
Unas piernas que expresan la lucha de los años y la repugnancia a la violencia. Sus ojos se iluminan ante la visita de sus nuevos pasajeros. Unas arrugadas palabras de tristeza por la injusticia y el vapor de su bebida celeste dán la bienvenida al lugar.
El Café-Bar “El Chibcha”, el terreno de Homero, es una reunión de recuerdos y de amigos, de poetas y de letras, de olor a tiempo y de ruidos de lucha. Las carcajadas tienen eco en el sitio que está concebido para el silencio, la concentración y el oído. Sus puertas cerradas indignamente al público no son muro para que la gente se acerque a saludarlo con la familiaridad que sólo puede darse a quien se estima.
Que es "uso inadecuado del suelo", dice la boca que apaga la luz bohemia de tántos años mientras que sus vecinos retumban en el licor que separa el verso de la cultura y los amigos de la tertulia.
La indiferencia congeló las palabras, el silencio gritó entre las calles y los sordos personajes del poder no se inmutaron, no temblaron y resolvieron condenar una forma de vivir, de compartir y de expresar más que ideas hechos y sentimientos.
Ella, él, nosotros, todos somos la cultura que se pisotea al sellar un establecimiento que propaga a la voz de tinto y aromática una prosa, la onda del viejo poeta y las ilustraciones de los grandes artistas que se encerraron para no ver la deslealtad que los quiere cegar.